viernes, 13 de septiembre de 2013

LUIS ARIAS MARTÍNEZ industrial cafetero en PUERTO RICO 
Luis Romay G. Arias (médico y escritor).

Luis Arias Martínez 
La cronología de esta aventura familiar dio comienzo en el último tercio del siglo XIX, aunque los recuerdos -aún no vividos-, no logran ir más allá del año 1922, cuando uno de los pioneros de la emigración americana familiar, Indalecio Arias, envió una foto cuya visión años después causó en la familia tal conmoción que aún persiste en mi memoria la fecha del feliz evento: 18 de abril de 1922. 
Aunque el gran protagonista de esta breve biografía no es un principio, otro que Luis Arias Martínez, cuyo recuerdo ha estado y seguirá estando durante mucho tiempo íntimamente ligado al suntuoso Palacio de Arias que ordenó construir para disfrute de su familia y como símbolo de su éxito en el duro trance de la emigración americana. 

Luis Arias y Martínez de Saavedra nació en Navia en el seno de una familia numerosa, y bastante humilde, que estaba integrada, además de los progenitores, por sus hermanas Lucila, Amalia y Eudoxia y un varón, apodado "Narváez'".  
Luis Arias, y María Jesús García-Coaña Arias
La esposa de Luis Arias, María Jesús García-Coaña Arias era hija de Hilario García-Coaña y López Oliveros y hermana de Indalecio García-Coaña Arias, , María Esther García-Coaña Arias. María Noemí García-Coaña Arias, María Rita García-Coaña Arias y Luis García-Coaña Arias, e Hilario García-Coaña Arias. 










Hilario García-Coaña Arias se había puesto en contacto con la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía. Mediante la aportación de los pertinentes documentos elaboró el libro de genealogía de la familia, demostrándose la veracidad del escudo de armas, integrado por una torre, un guerrero y el penacho, con las correspondientes licencias para usarlo. Bajo la firma de don Félix de Brújula, nació el árbol genealógico, en un libro de tapas de terciopelo y estampación del escudo en oro. Había también un álbum de firmas para los visitantes. Disponemos igualmente de la escritura número 229 de compraventa de una finca, por un precio de tres mil pesetas, otorgada por don Emiliano Cepeda, en nombre y como apoderado de Carlos y Rafael Fernández-Calzada y Fernández, a favor de Hilario García Arias, ello de septiembre de 1926, ante José María Sánchez Vera, abogado, notario del Ilustre Colegio de Oviedo, residente en Navia. 





El suegro de Luis, Hilario García-Coaña y López Oliveros, se desplazaba infatigablemente con su familia a Boal, Navelgas, Tineo, vendiendo calzado y zapatos. Murió al tiempo del féliz encargo de los planos del futuro Palacio de Arias, aunque en aquella época estos suntuosos edificios eran denominados "hotels", en sintonía con el modismo francés al uso.

Aunque mis recuerdos son obligatoriamente difusos, me atrevería a improvisar un breve apunte sobre su ficha somática: pícnico, de mirada acuosa y con bigote sumamente poblado; usaba leontina de oro, con dije y medallón y un reloj de bolsillo de tapas de oro, con águilas resplandecientes, además de unos espectaculares gemelos, confeccionados con monedas de dólares-oro. Completaban su peculiar fisonomía unas gafas de oro, con cristales en verde y un tresillo de diamantes, adquirido en un trust de la madrileña Puerta del Sol. 




En cuanto a su ficha psicológica, habría que definirle como un hombre bonachón, carácter que le generó algunos problemas, ante lo cual, desde su propio entorno familiar, "tuvieron que arrancarle mando". Podríamos concluir el perfil del personaje con algunas noticias biopatográficas que nos presentan a un individuo diabético, hipertenso, con venas notorias en la frente y afectado de arterioesclerosis, dolencias que, en cierta ocasión, obligaron a efectuarle una sangría, tarea asumida por el venerado doctor naviego Venancio Martínez, quien contó para la ocasión con la colaboración de su colega el doctor gallego-valdesano Fernando Landeira. 


LA EMIGRACIÓN
El momento de la emigración. el éxito en los negocios 
Luis Arias abrazó tempranamente la idea de la emigración. La decisión no hubo de ser fácil ni agradable, pero la situación política y económica de la época obligaban al éxodo de la juventud, con la idea de obtener rápidos beneficios que les habrían de permitir un acomodado retorno y el apoyo a los familiares que aquí quedaban esperando ansiosos la llegada de noticias y, cómo no, el día del feliz y definitivo regreso. 

Desconozco en buena medida las particularidades y condiciones del viaje a las Antillas de Luis Arias, aunque no debió diferir en nada de las que afectaron a muchos de sus contemporáneos. Una curiosa anécdota, que nos habla de su buena estrella, es la noticia de que el barco donde viajó a las islas caribeñas se perdió en el viaje de regreso, sin haberse encontrado supervivientes. 

BARCOS Y CAFETALES
Como era un hombre inquieto y hábil, no le fue difícil evaluar las múltiples posibilidades que ofrecía la isla para enriquecerse, optando tempranamente por el próspero negocio de los cafetales, que tan buenos resultados estaba dando a muchos compatriotas. Buen conocedor del negocio, pero necesitado de manos amigas para su gestión y ampliación, puso su mirada en su tierra natal y en el seno de su propia familia. 

En virtud de esa decisión, muy pronto fue seguido en la diáspora americana por sus sobrinos Indalecio y Luis, con quienes fundó la razón comercial ''Arias y Sobrinos", orientada básicamente a la adquisición del aromático fruto en los cafetales y su posterior venta Tras el proceso de elección y envasado, en los mercados nacionales e internacionales. 

El negocio llegó a ser muy próspero y fue creciendo de manera imparable, llegando la compañía familiar a enviar sus productos cafeteros a todos los continentes. Tal era la magnitud de las exportaciones que Luis Arias y sus sobrinos, dado el habitual conservadurismo de aquellos que lo han conseguido todo con tan grande esfuerzo, hubieron de optar por abaratar costes de transmisión y gestión, optando por prescindir de los telegramas de aviso, dando paso a un ingenioso sistema basado en las claves alfabético-numérico. 


Tampoco debemos olvidar que la suerte no le era esquiva, ya que cuando azotaban los ciclones caribeños, caía en diselpidia, aunque su gran longanimidad le salvaba; pero aún fue más admirable constatar que el barco que lo llevó a América, se perdió en el viaje de vuelta con todo el pasaje a bordo. 


PUERTO RICO


En la isla de Puerto Rico, que tiene una superficie de unos ochenta mil kilómetros, vivieron en Adjuntas, Arecibo, Caguas, Mayagüez, Ponce y Utao. En San Juan, en los barrios de Hato Rey, Río Piedras y Pérez Galdós. Yo jugaba de niño con relojes, cuyos números eran esta leyenda: Banco de Ponce. Me despierto a veces a su zumbido tropical, Conservo un vaso, por el que bebí dulces tragos, con el nombre y bandera de Puerto Rico, que tiene los mismos colores que la española. 


El éxito de la emigración no ensombrece ni alivia el recuerdo del amado terruño y Luis Arias y su sobrino Indalecio no lograron sustraerse a esta tendencia absolutamente generalizada. 


Cuanto mayor era el triunfo en los negocios, más insoportable se hacía la separación de los suyos. Por eso, Luis echó cuentas de su ya larga permanencia en la isla y consideró que era el momento de pensar en el retorno. 

Soñó entonces, como buen amante de la vida familiar, en construir un gran edificio donde tuviese acomodo una parte de su familia naviega, la más próxima al sentimiento del ausente. E, impulsivamente, puso manos a la obra, encargando los planos de un “hotel" familiar, de acuerdo con la terminología en boga entonces, al afamado arquitecto madrileño, aunque nacido en Oviedo y de conocida ascendencia asturiana; Luis Menéndez Pidal, arquitecto que nació en Oviedo en 1895. Un tío suyo fue un célebre pintor, que tiene un cuadro muy conocido, titulado Naúfragos. En Chamartín de la Rosa hizo un chalé a Ramón Menéndez Pidal, director de la Real Academia Española, que es como un Palacio Arias en miniatura, un embrión auténtico, con una balaustrada idéntica; actualmente, es la sede de la Fundación Menéndez Pidal. 


En Oviedo, construyó el Banco de España, con columnas y arcadas. Retocó la Cámara Santa y en Covadonga hizo la capilla que está colgada de la gruta. En Guadalupe retocó el monasterio. La basílica de Santa María de Guadalupe está en este santuario, en el valle de Las Villuercas, en un regazo de verdor. Está regentada por franciscanos. La visitaba Isabel la Católica. Guadalupe es la patrona de Extremadura y Reina de la Hispanidad, coronada en 1928 por Alfonso XlII. En mi casa se recibían tarjetas postales y con e! tiempo jugué con ellas. Daba cuenta que pronto vendría a revisar la obra. El monasterio es patrimonio de la Humanidad y pertenece al arzobispado de Toledo. A la Virgen le llaman "Moreneta", como la de Montserrat. Recuerdo una postal con el bello templete del claustro. Y otras con pinturas de Zurbarán, cuya serie hizo Zurbarán para Guadalupe. En Navia, el proyecto del plano ponía "Hótel" para Luis Arias. 


Hizo también la casa de Monte-Mar, yendo para la playa, en e! Bosque. Y las arcadas del desaparecido hotel Suiza y sus hornacinas interiores. Luis Menéndez Pidal está enterrado en Arbás de! Puerto, Ayuntamiento de Rodiezmo, León, próximo al Puerto de Pajares, cerca del Parador Nacional. Fue colegiata románica en los siglos XlI y XlII. Están a la-espera de los textos de don Ramón, que fue gran estudioso de! "payariego". 

El genial arquitecto Luis Menéndez Pidal puso al servicio del contratante 1o mejor de sus amplios y reconocidos conocimientos urbanísticos, si bien es cierto que se le dio tota1 1ibertad a la hora del diseño, lo cual permitió que la obra fuese evaluada en un millón de pesetas de entonces. Era Pidal un ferviente seguidor de la corriente artística historicista, si bien suavizada con algunos matices castizos y estaba dotado de un lenguaje expresivo  bastante correcto desde el punto de vista académico, aunque se le suele achacar que algunas de sus obras más emblemáticas carecían de un proyecto final sólidamente homogeneizado. 


ARQUITECTURA

En el Palacio de Arias, se recurrió a las habituales mixturas imperantes en la arquitectura de principios del siglo XX, donde convivían en armonioso equilibrio algunas soluciones constructivas propias del estilo montañés con otras aportaciones de la arquitectura clásica y barroca  Del primer estilo sería la esbelta torre que forma un elegante balconaje y rematada en el cuerpo superior con una especie de ajimez clásico; también responde al mismo gusto estético el cuerpo longitudinal lateral culminado en impecables tejados a distintas alturas, que le dotan de gran movimiento. Sin embargo, de acuerdo con los gustos estilísticos de la época, el arquitecto recurrió a otros elementos constructivos y decorativos influenciado por la sobria arquitectura herreriana más atrevida de los Austrias, dando como resultado un ejemplo de edificio ecléctico, si acaso en una versión más tardía. 


La obra se inició en el año 1925 y no fue hasta bien entrado el año 1929 cuando se dio por concluido el imponente edificio, referencia obligada del patrimonio urbano de la villa naviega. 


Como elemento complementario, plenamente implementado en el entorno del palacio, se diseñaron y construyeron los frondosos jardines, tarea ejecutada por el afamado maestro donostiarra Pedro Mújica, quien había captado las esencias del fino arte de la jardinería durante sus estancias formativas en Francia. Sus disposiciones fueron perfectamente asimiladas y hasta mejoradas por uno de los sobrinos de don Luis Arias, el cura y excelente latinista Hilario Arias. Fue el mismo Hilario Arias quien asumió la ardua tarea de elegir y contratar a los artífices y quien llevó la parte administrativa de la obra, consistió en un jardín con pérgola, hoy habitual escenario de los fotógrafos .locales, y lo cuidaba con mimo José María Jardón, de Anleo. Un somero cuadro de existencias nos habla de un jardín botánico en miniatura.


Ejerciendo como maestro de obras el constructor local Leandro Méjica, vecino de Las Aceñas. A este se le encargaron asimismo lo edificios anexos al palacio; es decir, la cochera, el caserón del gallinero, el lavadero y la casa adjunta. Es indudable que, para tan soberbia construcción, hubo de gastarse madera de varios bosques y, aún así parece que el edificio hubiera de estar un poco más alto del suelo que ocupa, a fin de sobresalir más, al decir de algunos técnicos. 

Quizá desde los poblados jardines el observador consiga descubrir el triunfo de la armonía pretendida por el constructor y el contratante. Podríamos aportar una somera descripción de su estructura: en el plano norte, había un elegante jardín, coronado por dos "ciprus" redondos y un eucalipto muy alto. Al este, había un portón, donde venían  los niños a la llamada de la fruta,  y, por el lado sur de la finca, se veía habitualmente a Constantina con sus ovejas. Al oeste se divisa el ondulante río y el elegante portillo con la denominación del edificio, "Palacio Arias", impreso en letras de bronce. Desde tan acogedor entorno, se pueden observar algunos detalles de1 Palacio que fácilmente pasan desapercibidos: por ejemplo, se advierte que las ventanas del sur son del tipo bay window; es decir, ventanas a la bahía. Las terrazas que dan al norte iban desde las calles y, en invierno, quedaban inhabilitadas climatológicamente. En la planta de las terrazas, se observa una rotonda que guarda cierta similitud con la romana plaza de San Pedro, estando presidida por una elegante farola. 


En la segunda planta del imponente edificio, mirando a poniente, hay una solana, en esa misma planta, destaca el antes mencionado  balcón de herrería semejado a un ajimez, que se vestía de colgaduras, mantones de Manila o colchas de policromados bordados, en resalte. Como remate final, culminan el dulce espectáculo urbanístico los delicados aleros y las balconadas de filigrana. 

El Oratorio era otra de las estancias suntuosas del palacio. Disponía de un confesonario articulado, tal vez para engrandecer las ganas de arrepentirse, que inducía a la curiosidad de los visitantes. Había en ella una campanilla de plata y un cuadro que acogía el permiso o licencia de celebrar en ella los oficios cristianos. El Palacio tiene semejanzas claras con otro similar, ubicado en Chamartín de la Rosa y, sin duda, se ha intentado imitar en la decoración a determinados edificios españoles y foráneos, son buena muestra de ello los jarrones exteriores del pórtico y hall, similares a algunos de los edificios vaticanos y los apliques de las lámparas en el hall, que recuerdan al los del palacio de La Magdalena santanderino. Luce bellísimas cerámicas, procedentes de los afamados talleres toledanos de Talavera de la Reina; también otros atribuible s a Daniel Zuloaga, según refiere el arquitecto José Carlos Fernández del Rey; amén de delicados tazones de cerámica, incrustados en moldes de plata; suntuosas vajillas; delicados jarrones de Czechosvakif y refinados jarrones chinos.


Otras curiosidades no siempre descritas por los historiadores del arte que han pues o sus ojos en este vetusto edificio, son las que siguen: en la tercera planta, hay un ojo de buey fuente de luz natural que nutre el amplio desván, donde yacían los baúles de la aventura a América, con perchas, cajones, espejos y marbetes de Cádiz y Barcelona. En el techo, se erguían desafiantes tres pararrayos Franklin, que habían sido orientados siguiendo las indicaciones del ingeniero del salto de Doiras, Sr. Marty, quien colocó en la fosa una pila de, Volta; con sal y carbón vegetal. 


Por fin, entrando por la puerta principal de la casa, a la izquierda, el arquitecto cinceló en la placa de piedra de Novelda (Alicante), que él había traído personalmente de aquellas tierras, la siguiente leyenda: "Arquitectus ficit Luis Menéndez Pidal MCMXXIX". Como anécdota, quiero reseñar que la piedra de Novelda no dio el resultado apetecido, pese a su singular belleza, pues se exfoliaba con gran facilidad debido a nuestro peculiar clima. 


Para no hacer tan prolija la relación, resumimos aquí otros elementos mobiliares: en juegos, había ábacos, bridge, poker, dados, dominó de tachuelas de oro, laum-tennis; etc. Máquinas de escribir Remington, Oliuer y Underwood; fotográficas de Kodack; máquina de hacer pitillos y prismáticos "Zeiss". También había prendas Curiosas, tales como: boquillas de ámbar con aros de oro, pulseras de calabrote de oro, juegos de brillantes, diamantes, onzas de oro, bolsos manuales de mallas de oro, acabadas en cierres de pera de rubí y zafiro y medallas de oro con incrustes de nácar, otra colección destacable era la de relojes, con ejemplares de oro; relojes en miniatura, con incrustaciones de ramajes silvestres y diamantes; relojes de pared con y un reloj, de 18 kilates, un ejemplar de la casa Huguenin & Dills (Suisse). En el Palacio de Arias había también una suntuosa librería, de amplio muestrario. 


En cuanto a la cristalería, el Palacio dispone de lámparas de araña en cristal de roca; también, en cristal de Murano, aparece Pantaleón, el héroe de Caria Goldoni, de caramelo grana. La pinacoteca está bien representada: el palacio dispone de un óleo de la Virgen de Covadonga con dedicatoria manuscrita del obispo dominico de Oviedo, don Ramón Martínez Vigil; un cuadro del Congreso Eucarístico celebrado en Buenos Aires; una Bendición de San Francisco de buena factura y una Vista clásica de Santiago. También dispone de excelentes litografías, tales como: Chirist Leaving the Praetorium, by Gustave Doré. 1867; la Santa Faz deJesús, conforme el Santo Sudario de Turín o el Cristo ante Pilato, de Miguel Munkacsy, pintor húngaro, imbuido de profundo sentimiento religioso, que vivió entre los años 1844-1900. La tapicería elegante estaba representada por D'aprés Corot, basado en un cuadro del francés Jean Baptiste Camille Corot. En el apartado de joyería, había una amplia colección de diademas, prendedores de corbata, aderezos, estuche cilíndrico de marfil, una miniatura impresionante del Niño Jesús de Praga. En plata, había una escribanía de timbre llamativo, gong, juegos de café, aguamanil, cubertería, colecciones de paraguas, ete. De oro, varios lápices y plumas Wattermann. y no podemos olvidarnos de los muebles, de Zarauz, representados en una excelente colección integrada por arcón, bargueño y consola; las cunas con mosquiteros; una caja casulla, con dibujos de fino pincel y pedrería, confeccionada en el colegio de las Dominicas; una habitación hecha en cerezo con alicatado en los trincheros; los veladores y unos roperos de cuatro cuerpos, que fueron fabricados por Luis García-Coaña Arias, que tenía banco de carpintero y torno. 


Mariano Luiña n.25, 
Hasta la conclusión de tal magna obra del palacio, el domicilio en su Navia natal fue la Casa de Coaña, sita en la calle Mariano Luiña n.25, integrada en plena muralla  medieval., con sus imponentes arcadas y argollas, que al sur comunicaba; con 1a Placina de las Armas n.7, con una fachada imponente, ornada de ménsulas y gárgolas y coronada por arbustos, una vez mudado el domicilio familiar, el devenir del singular palacio ha experimentado, al menos, dos épocas: la primera va desde su construcción hasta que Asturias fue región devastada, durante la contienda civil española, viniendo de Oviedo a vivir aquí bastante gente; así, en mi casa acogieron a Tomás Álvarez Buylla, abogado ovetense. La segunda fue su transformación en hotel; precisamente en este remozamiento o segunda época se puso cristalera a las arcadas del porche y a las de la torre, confiriéndoles un aire de finura, imitando las soluciones de los hoteles de San Marcos y de los Reyes Católicos. 



Indalecio G. Arias (sobrino de Luis Arias)
La obra importó un millón de pesetas, a la par con el dólar la peseta. O sea, un millón de dólares. La inauguración se celebró el día 19 marzo de 1929, tras el retorno del propietario y de su sobrino Indalecio. La invitación a autoridades, parientes y amistades fue en un delicado tarjetón violeta, en moaré, impreso en letra negra esmaltada en relieve. El flamante propietario, llevó el Sagrado Corazón de Jesús, imagen central del altar del oratorio, con San Pedro y Nuestra Señora del Carmen. Como notas curiosas de la efeméride, se 'contaba que un cohete había perdido la dirección y se había estrellado en plena calle, dejando un gran agujero en la acera. 

Y, como todo no iba a ser alegría, durante el banquete, en la vacía silla de Luis, benjamín de los dos hermanos emigrados tras la llamada del patriarca y, a la sazón, ausente en Puerto Rico, hubieron de ubicar su fotografía como cariñosa ofrenda al ausente. El inquieto sobrino se casó en la isla borinqueña y allí permaneció al frente de los negocios de la familia Arias.

Siguiendo la norma habitual de las familias de entonces, no sé si en un afán de que las propiedades no pasasen a manos de personas ajenas, Luis Arias se casó con una sobrina carnal, mientras que su sobrino retornado, Indalecio, abrazó voluntariamente la soltería. La vida en el palacio era sumamente apacible, aunque pronto la desgracia, disfrazada de muerte, se llevó a la joven esposa, pues el día 6 de junio de 1932 falleció María Jesús García- Coaña Arias, conocida cariñosamente como “Jesusa"; aún así, el pesar de la familia no había hecho más que empezar, pues el 29 de diciembre de 1938 falleció la hermana del propietario, Lucila Arias y Martínez de Saavedra. 

Como todos los que habían atravesado el océano, Luis se había vuelto muy aficionado a los juegos que causaban furor en aquella sociedad más refinada. Le encantaba pasar horas jugando al tresillo, el tute, la brisca o los solitarios; también al dominó y al poker, siendo sus habituales compañeros de juego Emilio Díez Ordóñez y Emilio Fernández Jardón, de El Espín. 


En la caja fuerte de la casa, también llamada caja de hierros, lucía el título "Arias & Sobrinos", aunque recuerdo mejor la caja de hierro del mencionado Emilio Díez, con grandes retratos en el escritorio y botellitas arrobadoras de belleza en las cornisas, además de coloridos banderines de propaganda. O un florero de ilusión.



Hombre genuinamente metódico, el horario de comidas era sagrado para él, por lo cual, cuando llegaba y no estaba preparado el almuerzo o la cena, surgían enfados. Su menú era tan frugal como monótono: casi siempre berzas. Por dichos motivos hubo que señalar una hora especial para comer él, pues lo reclamaba la partida en la peluquería de Pepe de Muestras. 

Los negocios que le habían permitido regresar con una holgada fortuna fueron inicialmente, como ya hemos descrito, relacionados con la compraventa de café. Pero después, su sobrino Luis derivó al negocio de cidras. En cualquier caso, la empresa familiar era más que boyante, formando parte de mis recuerdos infantiles las fotos de aquellos surtidos almacenes, poblados de máquinas y poleas y, almacenados por doquier, los sacos del jugoso fruto, con las marcas estampadas en el vientre: Lucila, Flor ,... amo anécdota  puedo añadir que causaba admiración en los notarios que asistían a sus relaciones contractuales, la ausencia de rúbrica en su firma. 


La familia procuró contribuir al desarrollo local con algunas generosas donaciones: así, un terreno en El Poste, para un parque, aunque acabó en manos de San Antonio de la Tebaida, San Antón, patrono del ganado porcino. Cuando la guerra civil, daba gusto ver las joyas que el buen pueblo de Navia donara, extendidas sobre la mesa de billar, bello fondo acampiñado. 


Aquella exhibición era difícil de superar. Nuestra familia donó un brillante. En la reforma, donaron la franja desde el Fantasio hasta el fin de la huerta, para ensanchar la actual calle denominada Avenida los Ilustrados. Siempre apostaron por los proyectos que iban a favor de los intereses de la villa y de sus habitantes. 

El 14 de enero de 1939, falleció el protagonista de esta historia que intentamos pergeñar, el tantas veces mencionado Luis Arias y Martínez de Saavedra. 


Curiosamente, la familia García-Coaña Arias y la de Rafael Fernández-Calzada y Fernández coincidieron frente a frente en el cementerio de Navia, a la entrada del mismo". Y, tras el sentido óbito, en la casa quedaron el tío Indalecio y los padres de quien escribe estas líneas, él mismo y su hermana. 

Quiero finalizar diciendo que todas las personas están vinculadas a algo que quieren con delirio en la vida. Ellos, que fueron mundo adelante, a romperse la crisma, o el crisma, bien merecido tienen que, en la última piedra que se les dedica, en las últimas letras que se les escribe, que se les esculpe, aparezca una referencia a su sueño, ahora que les toca dormir eternamente. Y que la luna bañe, con su resplandor azul, la obra de arte que les tenía reservada el Señor. 



1 comentario:

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